Las plantas de energía nuclear podrían ser una solución para la crisis energética en Estados Unidos derivada del crecimiento exponencial de los centros de datos. Sin embargo, existen preocupaciones sobre la seguridad de estas instalaciones. Incidentes históricos como el desastre de Chornobyl siguen frescos en la memoria colectiva, lo que genera dudas sobre los posibles efectos en la salud de quienes viven cerca de estas estaciones.
En el suroeste de Michigan, Holtec International trabaja en la reapertura de la planta de energía nuclear Palisades, con la expectativa de que esté operativa para octubre de 2025. Esta sería la primera instalación de su tipo en reabrirse en el país, estableciendo un posible precedente para otras regiones. La planta se cerró en 2022, pero con una capacidad de 800 megavatios, el estado busca ponerla nuevamente en marcha para cumplir sus objetivos de energía limpia.
A pesar del respaldo financiero tanto estatal como federal, la Comisión Reguladora Nuclear ha expresado que el cronograma de reapertura es muy exigente. En una inspección realizada en 2024, se encontraron 1,000 tubos de generadores de vapor dañados, lo que ha generado preocupaciones entre los residentes. Mientras que algunos expertos consideran que las reparaciones son viables, la comunidad teme que priorizar las soluciones a corto plazo pueda comprometer la seguridad a largo plazo.
Históricamente, Michigan ha dependido en gran medida de la energía nuclear, con plantas que han producido hasta el 30% de la electricidad del estado. Aunque proyectos de desmantelamiento han reducido esa participación al 24.9% en 2024, la tasa sigue siendo superior al promedio nacional del 19.1%. Este nivel de dependencia ha generado inquietudes sobre el impacto en la salud y el medio ambiente.
Si bien eventos como Three Mile Island en 1979, Chornobyl en 1986 y Fukushima en 2011 han resaltado los riesgos de la energía nuclear, la realidad es que los accidentes nucleares son raros. De hecho, solo uno ha ocurrido en suelo estadounidense. Además, esta forma de energía es significativamente más segura que la industria de gas y petróleo. Muchos estados están considerando reabrir plantas cerradas para atender la demanda creciente de electricidad, impulsada por el auge de la computación en la nube y la inteligencia artificial.
El debate sobre la energía nuclear ha cobrado importancia debido a la antigüedad de las plantas en operación. La mayoría supera los cuarenta años de funcionamiento, y aunque algunas han sido clausuradas, Estados Unidos sigue siendo el país con más reactores activos en el mundo. Sin embargo, con el aumento de los centros de datos, la capacidad actual podría no ser suficiente, lo que obliga a decidir entre construir nuevas estaciones o reabrir las existentes.
El costo y el tiempo de construcción de nuevas instalaciones son factores clave en esta discusión. La planta nuclear Vogtle, terminada en 2024, llegó con siete años de retraso y superó su presupuesto en aproximadamente 17 mil millones de dólares. En este contexto, la reapertura de plantas clausuradas parece ser la opción más viable económicamente.
Otro aspecto relevante es la gestión de los residuos nucleares, un subproducto radiactivo generado durante la producción de electricidad en los reactores. Hasta la fecha, Estados Unidos ha acumulado aproximadamente 90,000 toneladas métricas de estos residuos. Aunque en la actualidad existen protocolos estrictos para su almacenamiento, en el pasado se utilizaron métodos poco seguros, como vertidos en el océano.
Holtec también ha estado involucrada en propuestas controversiales, como su solicitud para verter 1.1 millones de galones de agua residual radiactiva en Cape Cod Bay. Aunque argumentaron que el agua sería tratada previamente, los estudios indicaron que la radiación permanecería en el ambiente durante al menos un mes, lo que generó la oposición de la comunidad local y el rechazo de la solicitud.
Vivir cerca de una planta nuclear conlleva riesgos. Aunque el temor a un accidente catastrófico es válido, el riesgo de exposición a la radiación es una preocupación más frecuente. Diferentes estudios han encontrado una relación entre la proximidad a estas instalaciones y un mayor riesgo de cáncer, con incrementos del 9% en la probabilidad de desarrollar leucemia y del 17% en cáncer de tiroides en personas que viven a menos de 18.5 millas de una planta.
Además, los avances en digitalización pueden traer riesgos adicionales. Con el aumento de ataques cibernéticos a infraestructuras críticas, las plantas nucleares no están exentas de este tipo de amenazas. En 2022, el Departamento de Justicia de EE.UU. reveló un intento de espionaje por parte de agentes rusos en una red administrativa de una planta en Kansas. Aunque no lograron manipular directamente los sistemas de control, demostraron que es posible acceder a estos entornos.
Ante estos desafíos, una posible solución es la creación de zonas de amortiguamiento más amplias alrededor de las instalaciones nucleares para reducir la exposición a la radiación. Estudios sugieren que quienes viven en un radio de 18.5 millas de estas plantas enfrentan mayores riesgos para la salud, por lo que establecer perímetros de seguridad podría mitigar algunas de estas preocupaciones.
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